Esther —una editora y traductora mexicana radicada en Barcelona— mira en la televisión un reportaje de noticias sobre una huelga en el estado de Hidalgo, México. Entre los rostros, distingue uno imposible: es Irene, su hermana fallecida. Completamente contrariada por lo que acaba de ver, le cuenta a su novio Bernardo, quien la incita a indagar sobre esa aparente visión.

Esther comienza una investigación de la mano de Octavio —un periodista retirado en México— para seguir las pistas hacia el verdadero paradero de Irene. Además de los hallazgos que se irán suscitando, Esther se sumergirá en un viaje personal al pasado para recordar la infancia y adolescencia con su hermana y, cómo, a raíz del diagnóstico de esquizofrenia de Irene, sus vidas cambiaron. Esther e Irene crecieron en una familia con la figura de un padre intermitente y, tras la ruptura definitiva de su hogar, abandonaron las pacíficas montañas de Veracruz para reiniciar una vida con su madre en la ruidosa y desafiante Ciudad de México. Los días, meses y luego años se volvieron más difíciles, pues todo giraba en torno a la seguridad de Irene y, con la adolescencia, sus crisis eran cada vez más violentas. 

Esther avanza en las investigaciones junto con el periodista y Bernardo; descubren que Irene no era la mujer que hallaron en aquella fosa con otras mujeres; velaron el cuerpo equivocado. La mente de Esther nos lleva al pasado; cuando Irene —durante sus estudios como bailarina— conoce y se enamora de Ignacio. Esther y toda su familia rechazaban esa relación, pensaban que se aprovecharía de su condición y le haría daño. La sobreprotección hacia Irene comenzó a resultar asfixiante, al grado que durante un episodio de esquizofrenia, Irene rompió un espejo y con los trozos se abrió las venas. 

Tras este evento definitivo, internaron a Irene en un psiquiátrico. Sin embargo, a las semanas, Irene escapó y desapareció. La buscaron por meses, hasta dar con su supuesto cadáver. Este hallazgo dio una aparente resignación y Esther buscó la manera de irse del país para dejar su pasado atrás. 

Octavio va a la clínica Santa Fátima donde internaron a Irene pero no encuentra a nadie que le pueda ayudar, no existe récord alguno. Aún así, consigue el dato de Ofelia, la enfermera que la atendió. Octavio va a buscarla y Ofelia le cuenta que mantenía una correspondencia con Ignacio; ambos burlaron la vigilancia del psiquiátrico para escaparse. 

Octavio comienza a indagar y pregunta entre sus contactos por el paradero de Irene, cuyo cuerpo de bailarina y facciones finas son difíciles de obviar; sin embargo, nadie la ha visto. Esther se entera de la muerte de su padre y viaja a México con Bernardo para velarlo y seguir junto con Octavio las pistas nuevas del paradero de su hermana hasta llegar al origen de Ignacio, quien pertenecía a una familia de campesinos, precisamente en Hidalgo, donde sucedió aquella huelga y aquél reportaje. 

Irene, Octavio y Bernardo hacen un viaje en carretera hasta dar con el último lugar donde vieron a Irene. 

A Irene la conocen como “La Güera”, tras varios testimonios dan con uno que confirma que Irene llegó a vivir con Ignacio, en las condiciones que siempre había soñado vivir. Esther siente cómo esa esperanza de volver a ver a su hermana se acrecienta. Sin embargo, el mismo testimonio confirma que Irene murió hace apenas unos meses, aunque ha dejado a un hijo de cuatro años también llamado Ignacio.